El Economista

Netanyahu pone en riesgo a la democracia israelí

Fausto Pretelin Muñoz de Cote @faustopretelin

El regreso de Benjamin Netanyahu al gobierno de Israel despierta, más que incertidumbre, temor por dos motivos: sus aliados en el gobierno son ultraortodoxos y de extrema derecha. El segundo motivo apunta hacia una especie de metamorfosis de su figura hacia perfiles tipo Erdogan. Netanyahu arrastra problemas de corrupción, mismos que intenta sortear con la ruptura de equilibrios de poder. En su mira está el poder Judicial; intentará coaccionar a los jueces. La democracia de Israel está en riesgo o, si se prefiere, su estilo se acerca al de Turquía.

Para Israel, la mejor política doméstica es la exterior debido a su contexto geográfico.

Conviene dar un paso hacia la equidistancia en el análisis sobre lo que ocurre entre Israel y Palestina para evitar caer en el típica subjetividad como si de un partido de futbol se tratara.

Es un hecho, y así lo contempla la ley internacional, que hace 55 años Jerusalén Oriental fue conquistada y su estatus no ha cambiado desde entonces pese a las declaraciones escandalosas del presidente Donald Trump.

Meir Margalit, miembro del partido pacifista Meretz, escribe que “por más “liberal” que el operador pretenda ser (…) no se puede ser “ocupador a medias”, así como tampoco existe pueblo al que pueda calificarse de “medio ocupado” o “dos tercios ocupado”” (Jerusalén, la ciudad imposible, editorial Catarata).

Por otra parte, también es cierto que el gobierno de Hamás en Gaza no garantiza paz por sus vínculos con terroristas.

Al abrir el espectro del conflicto, irremediablemente aparecen Irán y Estados Unidos.

La célula terrorista libanesa Hezbolá amenaza a Israel con su desaparición mientras que los palestinos son marginados de la política en Jerusalén. Y así, ya han pasado 55 años de una guerra que se ha cronificado.

Lo ocurrido hace una semana en menos de 48 horas despierta preocupación por el nuevo entrono político luego del regreso al poder de Benjamin Netanyahu.

La noche del jueves el ejército israelí mató a nueve palestinos durante una redada en el campo de refugiados de Yenín, Cisjordania. El ejército justificó su intervención “para aprehender una célula terrorista de la Yihad Islámica”. Siete de los muertos eran milicianos (cuatro de ellos de Hamás, dos de la Yihad Islámica y uno de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado de Al Fatah).

Un día después, el viernes, siete israelíes fueron asesinados frente a una sinagoga de Neve Yaakov, un asentamiento judío cercano a Jerusalén. Se trató del atentado más grave desde 2011 contra israelíes.

Itamar Ben-gvir es líder del partido de extrema derecha Fuerza Judía, uno de los pilares que sostienen a Netanyahu. Desde su puesto como ministro de Seguridad Nacional de Israel ya ha dejado ver la ruta que seguirá: aprehensión de familiares y/o conocidos de terroristas, como el asesinó de Neve Yaakov; destrucción de casas donde vivan terroristas y desregulación en la venta de armas.

Por lo que toca a los palestinos, el gobierno de Hamás en Gaza ha debilitado a la figura de Mahmud Abbas.

¿Alguien piensa en un escenario en el que Itamar Bengvir se siente en la mesa de negociación con miembros de Hamás?

La visita de Blinken a Israel y Palestina ocurre una semana después de la redada y del atentado. Sus buenos deseos cumplen con la altura mínima de la retórica que se le pide a un secretario de Estado de Estados Unidos que visita a Netanyahu y Abbas, sin embargo, sabemos que la salida del laberinto está más lejana que en diciembre pasado, momento en que Netanyahu regresó al Gobierno.

No es tiempo de extremistas.

Geo Política

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2023-02-03T08:00:00.0000000Z

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